Testimonios: Carlitos, "El Verdulero"
Recuerdo a Carlitos, el verdulero de Martín Coronado y
Cristianía (algo así como el Triángulo
de las Bermudas de La Matanza); llegué ese día de Julio de 2011 a
dar clases, el frío te atornillaba los huesos, como yo estaba esperando,
solitario, Carlitos se acercó con su birome en la oreja, me preguntó qué hacía
yo ahí, le expresé que era “profe” de Adultos y que en la esquina de su
verdulería se iba a establecer una sede de FinEs. Ahí empezó a comentarme sus
penurias, que siempre quiso
terminar el secundario, que la vida -la sociedad- lo llevó a eso de
levantar cajas, de ir al Central a las 5 de la mañana, que se pensaba a los 60
años con esa misma rutina y solo tenía 36.
Fue ahí que, desde lo más hondo de mi
ahínco militante, le rogué que POR FAVOR TERMINARA LA ESCUELA. Ese mismo día -
que me marcó para mi historia docente y de vida - Carlitos llamó a un pequeño
vecino para que se quedara vendiendo en su verdulería y empezó la secundaria.
Pasaron los meses y se compenetró con mis clases de historia, tenía tal
vocación por el conocimiento que me llamaba al celular hasta los domingos por
dudas que se le presentaban cuando se ponía a estudiar cualquier asignatura.
Me di cuenta de que pasaba algo recíproco,
yo estaba formándome y él también, a la vez me di cuenta de que estaba
haciendo carne en los
dos que la política llegaba para cambiar positivamente un sector social, y que
además estábamos volviendo a creer en la educación como una herramienta
emancipadora.
Ahora estamos en 2014, con Carlitos
sufrimos que la selección perdió la final el domingo, estábamos ilusionados,
pero hay otros sueños que nos quedan en el camino; él, esta semana,
terminó el secundario, sueña con ser ingeniero agrónomo, cerró la verdulería,
tiene un Maxikiosco en Casanova, su vida cambió; todos los días que me ve me
agradece, dice que se acuerda de ese día frío, pero que desde ahí está en
movimiento, él se cree que es alguien, ya no es más invisible, yo también me
siento alguien porque sé que haciendo alguien a ÉL me hacía alguien YO.
Juan Manuel Ciucio